
- Cambio el orden de los sonidos «k» y «p» dentro de una misma palabra; así, digo «punqueaños», «panqueona» y «pacucha». Lo mismo me ocurre con los sonidos «k» y «m», como en «comos» (mocos) y «camarones» (macarrones). Sí, ya sé que los camarones también son una comida... aunque no creo que abunden en los comedores escolares, ¿verdad? Yo, en el comedor del cole, como «camarones» todas las semanas.
- También tengo un problema con los pares «pl», «pr» y «br». A mí me gusta italianizarlos. ¿No os parece que ««piátano», «pionto» y «abiochar» suenan mucho mejor?
- Lo de la «f» sí que es difícil. Simplemente, no soy capaz de colocar esos dientitos que me ha dado Dios para pronunciar esta letra que, por mí, podrían sustituir en el abecedario por la «sh» inglesa. Yo no me siento en el sofá con la tía Fer a comer fresas. No. Yo me siento en el soshá con la tía Sher a comer shesas.
- Además, aún no conjugo bien los verbos irregulares. Eh, qué queréis; todavía soy pequeña... y hay muchos mayores que tampoco lo hacen bien. A mamá le hacen especial gracia «poní», «hació» y «shue» (que es «fue», claro).
Mmmm... Ahora no se me ocurren más casos generales... Seguiré pensando. Aunque digo yo que ya está bien de señalar mis defectillos, ¿no? ¡Qué mal me vendo!
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